El Constructivista

I.

Es la hora más fecunda, así lo entiende Faustino cada tarde, justo cuando los rayos de sol se cuelan a través del dosel que pende de la ventana del estudio. Coloca sobre el caballete vestido con gotas de gamas de obras quizá ya terminadas, quizá alguna vez abandonadas, un lienzo virgen. Destapa el frasco de trementina, y abre los pomos de óleo. Su paleta está organizada según sectores en los que va armando el espectro del arco iris; la carga con los colores primarios: el rojo, el azul y el amarillo, además del blanco y el negro.

Para Faustino, toda verdad está dada por la intersección de dos líneas, una vertical, y una horizontal. La vertical significa lo espiritual, y la horizontal la naturaleza. En la intersección de ambas está él; el hombre. Así, sus pinturas no están dominadas por un solo escenario, sino que están fragmentadas en infinidad de rectángulos, que se organizan según las reglas de la geometría euclidiana. Así lo había aprendido del maestro Joaquín Torres García.

Faustino, pues, comienza por trazar varias líneas horizontales y verticales con esmalte negro, formando una retícula con muchos cuadriláteros, que dividen la tela en varias porciones.

Faustino arma la escena olvidando por un instante la existencia de las líneas divisorias. Se trata de un atardecer en la ciudad. Dibuja personas caminando por la acera, un sol cayendo y vehículos circulando. Hay hombres, mujeres y niños. En la vereda y en el ómnibus. Colorea.

- “Calle”- dice Clara en su media lengua, caminando como un trompo.
Faustino sonríe, derretido. La gorda está divina.

II.

Clara está sentada en el piso con el resto de los niños. Hoy es su cumpleaños. Miran al mago. Tiene un pañuelo blanco y una galera en la mano. Les dice que cierren los ojos y cuenten hasta tres. Vuela una paloma blanca. Les dice que vuelvan a cerrar los ojos y que vuelvan a contar hasta tres. Un conejo se asoma por el ala del sombrero.

Clara cuenta hasta tres y abre los ojos. El mago se fue y los niños no están.

Clara se levanta. No hay niños ni hay grandes; la casa está vacía. Clara piensa salieron y que enseguida vuelven. Su mamá le ha enseñado que si algún día se pierde en la calle, se siente y espere. Espera. Pero nadie llega. Clara tiene ahora un poquito de miedo. Se está haciendo de noche y prende la luz.

Clara se sienta en la mesa de papá. En una caja encuentra la tijera, los lápices y los crayones. Hay un dibujo muy lindo. Demoran mucho y Clara lo recorta por las líneas negras. Va hacer un collage, como el que hizo el otro día en la escuela.

III.

Los rectángulos del planeta habían quedado esparcidos y todas sus partes desconectadas. Un batallón de encargados trabajaba a sol y a sombra. Por el momento sólo habían podido rescatar palabras sin voces. Luego de un lustro de análisis exhaustivo, detectaron que tras ellas se escondían miles de series con instrucciones específicas. Los encargados no daban abasto, debían transcribir toda la información para que se restaurasen las conexiones mundiales. Se habían mudado a la base de operaciones, una bóveda de cristal la cual albergaba al Servidor Madre.

Trabajaban veinticuatro horas al día, la misión que les había sido encomendada les ameritaba permanecer en vigilia. Sus cuerpos se habían acostumbrado a prescindir de las horas reglamentarias de descanso. Estaban todo el día sentados frente a las computadoras digitando palabras, sólo se detenían una vez al día para comer y beber, y seguían enfrascados en su tarea. Pero antes de que pudiesen culminar la misión en tiempo y forma, llegó el día en que se agotaron las fuentes de almacenamiento y los servidores colapsaron; no cabía un bit más en el mundo.

Los técnicos, consternados, se encerraron por noches y días para finalmente lograr armar el pliego de una licitación para el arrendamiento de redes interplanetarias. InterPlan es la que sonaba ganadora. Firmaron con el proveedor y festejaron la alianza corporativa. InterPlan había llegado para quedarse. Permitía disponer del espacio virtual fuera del planeta de modo transparente para el usuario.

Tiempo después los encargados retomaron el trabajo pendiente. Tras una ardua labor al fin lograron transcribir el total de las palabras rescatadas. Entonces, contrataron un equipo de expertos para chequear la información recaudada. Tantos años de labor debían de dar sus réditos, la situación planetaria estaba a punto de ser restaurada.

Estaba todo preparado para el momento tan esperado por todos los habitantes del planeta. En el minuto más uno en que la conexión levantara, serían lanzados sendos fuegos artificiales en varias ciudades del mundo, en la lista estaban Tokio y Sydney, entre otras. Sería una cadena de artificios.

Los expertos estaban a punto de consagrar una hazaña que los elevaría a ser nominados para el Nobel del siguiente año. Había una algarabía generalizada en la bóveda del Servidor Madre, y la hora de la verdad llegaría cuando se disparase un proceso en tiempo diferido, que ejecutaría todas las instrucciones recabadas, previamente ingresadas en sucesivos programas.

La serie de programas en cascada se dispararía entonces en cuanto se diera la Señal, acto para el cual había sido convocado el Señor Presidente de la República.

Jonathan, el líder de los expertos estaba preparado. El Señor Presidente asintió con un leve movimiento de cabeza, y Jonathan oprimió un botón.

Al minuto del suceso, y en medio de la consternación general, la falla de los algoritmos era inminente. El Presidente intimó a Jonathan y su troupe y les dio una semana más. A la semana, Jonathan y su grupo corrieron los algoritmos a prueba de fallas. Aparentemente, las conexiones al fin se habían restaurado, pero no fue más que una ilusión.

Tiempo después se detectó que el planeta había sido recompuesto, pero hubo sectores que no quedaron correctamente ensamblados. Una de las frecuencias no pudo ser vuelta al valor original, y quedó diferente del modelo anterior. Tal frecuencia era la que mantenía el binomio Tiempo-Espacio. Al haberla recuperado en forma parcial, los sectores que se habían separado por la grietas el día que el planeta se dividió se exponían a vivir a destiempo La situación podía volverse ingobernable, y el caos estaba próximo. ¿En qué era histórica quería posicionado cada sector? Nadie lo sabía a ciencia cierta.

A la semana, Jonathan se suicidó.


IV.

Faustino enfrenta todos los rectángulos previamente encastrados en bastidores, y trata de coser los pedazos de la obra. Por momentos tiene ganas de reprender a Clara, pero luego se conmueve con su inocencia. Su hija lo tiene embobado, y esta “tragedia” al fin y al cabo, no es más que un cuadro cortado. Con suerte, nadie notaría el incidente.
Bueno, Faustino rezará para que el Dr. Conrado Pallardi, el comprador de la obra, no lo note. Los demás no importan.

Anna Donner © 2009

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